El teatro renacentista inglés se desarrolló durante el reinado de Isabel I a finales del siglo XVI. A diferencia del teatro continental —creado con el objetivo de ser presentado ante un público de élite— el teatro inglés se basó en formas populares, un teatro medieval vital, y en las exigencias del público en general. Las representaciones se hacían en patios en los que se levantaba un escenario desmontable, y el público está formado en un primer momento exclusivamente por hombres, ya que las mujeres honestas se abstienen de frecuentar lugares tan turbulentos, y si van lo hacen con máscara. La escenografía era reducida, casi inexistente, y la mayoría de las veces se contentaban con un simple cartel que llevaba escrito “Palacio”, “Mercado”, etc. Como consecuencia, la sugestión quedaba confiada a la interpretación y al vestuario. Todo el peso del espectáculo se desplazó al actor.
TRABAJO DEL ACTOR
El actor, ricamente vestido (se cuidaba mucho el vestuario y las compañías competían por lucir los mejores trajes), confiaba sobre todo en la palabra y en el ademán. La interpretación del actor isabelino es muy cuidada y clara. Ordinariamente, se dedican a declamar como le gusta a la multitud, enfáticos violentos y desgarrados. A parte de estos actores mediocres, también había actores famosos que consiguieron convertir la palabra en algo muy real. Lo mismo puede decirse del ademán, que procedía del perfecto acuerdo con la dicción. La tragedia requería actores capaces de transmitir con fuerza la tensión dramática y la reflexión profunda sobre la condición humana; por consiguiente, debían usar diferentes lenguajes en una misma obra y ser capaces de comunicar sensaciones en cada uno de ellos, lo que era muy difícil al mezclarse en estas obras las comparaciones y las metáforas más elevadas con el lenguaje y las situaciones de la vida corriente. El resultado fue que se creó un auténtico cuerpo de actores de un nivel muy elevado. El actor asumió un papel muy destacado, dando lugar a un auténtico profesionalismo: los actores se organizaron en compañías regidas por reglas precisas, como una sociedad comercial.
Es conocido como estrella de la compañía de teatro de William Shakespeare, The King's Men. Interpretó el rol titular de las primeras representaciones de muchas de las obras de Shakespeare, incluyendo Hamlet, Otelo, Ricardo III y El rey Lear.
CONSIDERACIÓN SOCIAL DE SU OFICIO
A principios del siglo XVI Inglaterra sólo conocía a los actores aficionados del drama sacro y, entre los profesionales, sólo a los bufones y los histriones vagabundos. El catolicismo transmitió a la Iglesia anglicana su desprecio por esta clase de gente miserable, considerada inmoral y asimilada a las clases más ínfimas de la sociedad.
El teatro funcionaba por compañías privadas y formadas por actores, que pagaban a los autores para interpretar su obra y a otros actores secundarios. Algunos alquilaban el teatro y otros eran propietarios del mismo. Cada compañía tenía un aristócrata, que era una especie de apoderado moral. Sólo la protección acordada por el grupo de actores con príncipes y reyes -si el actor vestía su librea no podía ser de hecho arrestado - pudo salvar a Shakespeare y a muchos de sus compañeros de las condenas de impiedad lanzadas por la municipalidad puritana. Una ley de 1572 eliminó las compañías que carecían de un patrocinio formal al considerar a sus miembros "vagabundos". El nombre de muchas compañías teatrales derivan de esta forma de patrocinio: The Admiral's Men y The King's Men eran "los hombres del almirante" y "los hombres del soberano". Una compañía que no hubiese tenido un poderoso mecenas a sus espaldas podía encontrarse en una serie de dificultades y ver sus espectáculos cancelados de un día para otro. El Consejo Real tenía que dar el visto bueno a todas y cada una de las obras ya que existía la censura respecto a temas morales como el sexo, la maldad, las manifestaciones contra Dios, la Iglesia, etc. A estos problemas se añade que, para los actores, el salario era muy bajo.
El teatro inglés gozó del último periodo de gran favor del rey y de la corte durante el reinado de Jacobo I. Después, a través de las vicisitudes de las luchas religiosas y políticas, los ataques de los puritanos son cada vez más violentos, hasta que en 1642 éstos obtienen el cierre de todos los teatros.