TEATRO ROMANO


Para los romanos el teatro pasa a ser un juego y un entretenimiento, en contra de la concepción griega, que lo consideraba un ritual. En Roma existen dos empresas principales, la guerra y la política. Cuando se detiene la guerra y la política se toma un descanso, la urbe entra en un nuevo tiempo, el del otium (tiempo de paz). Este tiempo de paz propicia el marco para la fiesta, centrada principalmente en los juegos, ludi. En ellos se impone el espectáculo, la muestra hecha para ser admirada, contemplada de modo entusiasta…el concepto de espectáculo lo invade todo en la ciudad. El teatro forma parte de los ludi scaenici (juegos escénicos). En este contexto es fácil comprender que el público romano exija del teatro un espectáculo visual, plástico, divertido en la medida de lo posible.

Los romanos apenas cultivan la tragedia, y si lo hacen, como en el caso de Séneca, no es para representarla, sino para leerla en voz alta en círculos escogidos. Sin embargo, cultivan con gran fortuna la comedia, crítica de tipos humanos y de costumbres sociales. La aportación de Roma al teatro fue la aparición del mimo, que se convirtió en el género cómico de mayor aceptación. Consistía en representaciones breves en las que los actores, sin máscaras, se acompañaban de cantos y danzas. El mimo, la pantomima y la comedia satisfacían los gustos de la gente del campo, de las clases inferiores de la sociedad, el contenido de las obras era de una comicidad a menudo burda y vulgar. En Roma el teatro no tuvo el auge que en Grecia, debido a que sufrió la competencia de otros espectáculos de masas, como el circo o las luchas de los gladiadores, y a que el público selecto despreciaba los entretenimientos vulgares como la comedia, la pantomima y el mimo, artes escénicas de gran auge en Roma, lo que algunos consideran como un signo de decadencia del teatro.

                              
  

  Mimo literario  




TRABAJO DEL ACTOR

Con Roma, aparece la figura del empresario, que paga a los actores y autores, y que cobra una entrada al público. Sólo cuando el Estado se hace cargo de los espectáculos teatrales pasa a ser gratuito.
¿Qué se espera de un buen actor? al tener el rostro cubierto por la máscara, no interesa, como hoy, lo relacionado con la expresión facial. Interesa, en cambio, la expresión corporal: el actor debe ser un gran bailarín, que siga el ritmo de la música, pero, sobre todo, ha de usar un latín claro y disponer de una gran fuerza vocal, para que lo que dice llegue perfectamente a oídos del numeroso público.



                                                 
Máscaras romanas




CONSIDERACIÓN SOCIAL DE SU OFICIO

En Roma el actor pierde dignidad y no está considerado como un ciudadano de primer orden, muy al contrario, el oficio de actor tenía connotaciones infamantes y estaba prohibido a los ciudadanos romanos, bajo la pena de perder todos sus derechos civiles, ya que hasta el Imperio exhibirse en público estaba considerado como infame. La condición propia de los actores no inspiraba demasiado respeto: se trataba de esclavos o de libertos, constituían un grupo marginal y mal considerado. En su descargo y en el de sus amos hay que decir que tenían una formación y una educación esmeradas. Durante el bajo imperio, se dio como novedad la aparición de las actrices (solo en el mimo).

     ALGUNOS DATOS ANECDÓTICOS:

  • El público se comporta, muchas veces, de forma tumultuosa y grosera: prefiere, por lo general, los espectáculos picantes y subidos de tono a las obras literarias. A menudo hay incidentes: los actores que no gustan son bajados de escena y golpeados.
  • Tácito cuenta que durante el mandato de Tiberio se votaron multitud de medidas sobre el salario de los actores y sobre la represión de los excesos de sus partidarios: se prohibió a los senadores que llevasen a sus casas pantomimas, que se las escoltase en la calle, o que se les permitiese actuar fuera del teatro. Se autorizó a los pretores a castigar con el exilio la conducta escandalosa de los espectadores.
  • En Roma, se sabe por el historiador Salustio que durante determinadas fiestas quien encontrara un actor por la calle podía matarlo impunemente, y que un actor fue condenado a muerte por señalar desde el escenario la grada donde estaba un patricio. Hubo, sin embargo, notables excepciones, y algunos actores, protegidos por el emperador, llegaron a tener fama y dinero, y cierta consideración social.