TEATRO GRIEGO


ORIGEN DEL PRIMER ACTOR

La aparición del primer actor, tal como se conoce en la actualidad, se remonta a la Grecia antigua. Los inicios del teatro griego están en la tragedia, nacida del ditirambo, himno entonado por un coro de hombres o niños que actuaba en las fiestas en honor del dios Dioniso. Las fiestas dionisíacas acabaron siendo una plataforma para que los autores se dieran a conocer. En estas fiestas la actuación del coro consistía en un canto entonado por el guía (corifeo) quien recibía una respuesta colectiva de los restantes miembros (coreutas). Con el tiempo, el corifeo fue desmarcándose del resto del coro. Además de mantener un diálogo con los coreutas, acompañaba su discurso con la acción; no solo recitaba y cantaba, sino que también actuaba. De esta forma nació el primer actor propiamente dicho.
Los actores pasaron a representar a los personajes históricos o mitológicos que aparecían en la tragedia, la comedia y el drama satírico, y así se pasó de la simple narración de los antiguos ritos, la epopeya, al teatro, que suma a la narración un elemento nuevo, la acción. Al principio, en la representación intervenía un solo actor y su aparición como protagonista (de protos, primero, y agonistes, actor) se atribuye al poeta trágico Tespis, posteriormente, los autores fueron aumentando el número de actores.


TRABAJO DEL ACTOR

Aun así, el número de personajes era mayor al de actores, por lo que un mismo actor debía representar varios papeles. Esto exigía un gran esfuerzo físico y una buena técnica interpretativa a los actores, ya que debían representar personajes muy diferentes, en cuanto a sexo, edad o características físicas o anímicas. Un actor debía recitar, cantar y bailar bien, lo cual le exigía un intenso entrenamiento físico. Para dar vida a los diversos personajes se servían de diferentes tipos de máscaras. Tenían fisonomía humana, y eran de especial importancia las máscaras femeninas ya que en el teatro griego no existían las actrices y los papeles femeninos eran interpretados por actores que se valían de una máscara que, por otra parte, les servía para amplificar la voz y para exteriorizar el carácter del personaje, al igual que el resto del vestuario. El vestuario de los actores no era individual, sino que identificaba a personajes-tipo, por ejemplo: el rey, con cetro; el guerrero, con armas; el viajero, con sombrero de viaje y bastón, etc. En los pies calzaban coturnos para aumentar la estatura y realzar la figura de los actores. Los teatros eran enormes, de manera que parte de los espectadores no podían apreciar bien los movimientos leves, y además el uso de máscara impedía expresar las emociones mediante la gesticulación facial. Por ello se expresaban mediante la palabra o gestos cuyo significado el público conocía: mesarse los cabellos o golpearse el pecho indicaban dolor intenso; levantar el brazo con la mano abierta indicaba horror; la cabeza velada e inclinada hacia un lado indicaba tristeza, etc.













CONSIDERACIÓN SOCIAL DE SU OFICIO

Al principio eran los propios autores los que actuaban en sus obras, más adelante pasaron a elegir la compañía que debía representar sus obras hasta que se impuso definitivamente la práctica de asignar a los actores por sorteo, una vez pasado el examen. El coro estaba a cargo de los ciudadanos ricos y hacendados (coregos), quienes corrían con todos los gastos del espectáculo, creyendo que cumplían así un deber de piedad patriótica. La finalidad de los festivales dramáticos era la de exaltar la tradición mítica, el patriotismo; aleccionar, conmover, como así también dar lugar a cuestiones honoríficas y cuando no, farandulescas. Muchos actores obtenían premios tales, como la corona de hiedra o placas recordatorias llamadas ex-voto. Debido a su origen religioso, y sobre todo en los comienzos de este teatro, los actores y cantores eran considerados por los sacerdotes personajes inviolables y sagrados.
Resumiendo, en la Antigua Grecia los actores gozaban de una especial consideración social. Solían recibir sus honorarios del Estado y gozaban de privilegios, como por ejemplo, no hacer el servicio militar y una inmunidad absoluta que, en tiempos de guerra, les permitía transitar con toda libertad por territorio enemigo.