ROMANTICISMO (s. XIX)


El Romanticismo es un movimiento artístico que tiene sus orígenes en la primera mitad del siglo XIX, y que sentó,
básicamente, una reacción contra la rigidez académica y la afirmación de una libertad absoluta. Lo romántico, entonces, designaba lo subjetivo desligado de toda autoridad, la disolución de los límites y de las leyes clásicas entre los géneros; encarnó, por tanto, las ideas de lo fantástico, sensible, onírico y nostálgico. En cuanto a la técnica literaria, existe la libertad de inspiración: considera las reglas un atraso que va en contra de su libertad literaria. El arte se enfoca hacia visiones particulares, con matiz individual. Si en la época anterior, el neoclásico, se exaltaba lo universal, en la romántica se prefiere lo específico, lo pintoresco y lo único. Interesa lo excepcional.
Los autores fueron empleando más detalles realistas y apareció la concepción moderna de director; la creciente dependencia de las cuestiones técnicas, la aparición de autores que no se involucraban directamente y la conveniencia de interpretar aspectos psicológicos del personaje, crearon la necesidad de una persona que organizara “ajena” al proyecto. Los románticos se centraron más en el sentimiento que en la razón y glorificaron la idea de artista como genio loco liberado de las reglas. La protagonista de todas las obras románticas es el alma exaltada del autor, el choque entre los anhelos del romántico y la realidad, produce el descorazonamiento y el suicidio.
El romanticismo apareció en primer lugar en Alemania, un país con poca tradición teatral antes del siglo XVIII. Alrededor de 1820, el romanticismo dominaba el teatro en la mayor parte de Europa. Muchas de las ideas y prácticas del romanticismo eran ya evidentes en un movimiento de finales del siglo XVIII liderado por Goethe y Friedrich von Schiller.



                                  Goethe                           Schiller




TRABAJO DEL ACTOR

A lo largo del primer cuarto del siglo XIX, el romanticismo tendía a centrarse en hechos históricos o extraordinarios y simplificaban demasiado al personaje. Sin embargo a principios de 1930 el énfasis pasó del espectáculo y la emoción a la recreación de lo local y de la vida en el hogar. Este cambio requería nuevas prácticas de puesta en escena. Por ejemplo la idea del escenario de caja se puso de moda; el público observaba a través de la imaginaria cuarta pared. Accesorios, atrezzo y mobiliario tridimensional vinieron a reemplazar las pinturas. Los actores interpretaban como si estuvieran en realidad en el lugar pretendido, ignorando la presencia del público, con esto, se desarrollan nuevas actitudes; en vez de asumir una determinada pose y de recitar versos, los intérpretes creaban acciones apropiadas para el personaje y la situación. El interés por la interpretación era tal, que algunas compañías, como la de los Meininger, estudiaban los textos filológicamente para observar los más mínimos detalles que sus actores debían tener en cuenta al entrar en escena. Esta fidelidad textual, se complementó con la libertad de acción y la espontaneidad de los textos. Nada impedía al actor trabajar dando la espalda al público si la acción lo requería. A mediados del siglo XIX el interés por el detalle y la psicología de los personajes condujo al naturalismo en el teatro.




CONSIDERACIÓN DE SU OFICIO

Hubo un notable aumento de público que acudía a las representaciones, al ir aumentando el público, cambiaron las cuestiones económicas. Mientras que antes los actores formaban parte de una compañía de repertorio que podía representar docenas de obras en rotación continua, los actores empezaron a ser contratados para intervenir en una sola obra y representarla tantas veces como el público estuviera dispuesto a pagar.




ROMANTICISMO EN ESPAÑA

El teatro romántico español buscó la inspiración en los temas medievales y presenta a un héroe dominado por las pasiones. Se recuperan las formas y estructuras del Siglo de Oro pero con una maquinaria y efectos suntuosos y aparatosos. La voz engolada y el verso triunfan. En España, el romanticismo es considerado complejo y confuso; algunos la entendieron como una mera restauración de los valores que habían deseado suprimir los racionalistas y otros reclamaban los derechos del individuo frente a la sociedad y a las leyes.
Su gran figura es José Zorrilla. Además de notable poeta, Zorrilla es posiblemente el mejor autor dramático del romanticismo. Su obra más importante fue Don Juan Tenorio. El tema del burlador es retomado con gran libertad y en su entusiasmo romántico hace que sea el amor quien redime al seductor. La fuerza y encanto de este personaje y obra ha conseguido que nunca haya dejado de representarse en algún teatro español. Sin embargo el que tuvo un gran éxito en su época y se le considera el introductor del romanticismo en España es el duque de Rivas. Era un autor de menor valía pero al que se le debe la obra Don Álvaro o la fuerza del sino.



                                                   José Zorrilla




ACTORES ESPAÑOLES EN EL SIGLO XVIII

Cuando llegamos a los primeros años del siglo XVIII y atendemos al actor, a su forma de representar, a su modo de vivir, a sus problemas y a su consideración social, confirmamos que casi nada ha cambiado respecto al siglo precedente. Se siguen configurando las compañías en Cuaresma, sigue habiendo cómicos de la legua (aunque la intención a lo largo del siglo sea acabar con ellos), los actores continúan representando del mismo modo, los locales tienen las mismas características, la disposición del público en los corrales es la misma que en el siglo XVII, su actitud es semejante, etcétera. Sin embargo, hay ciertas cosas que van cambiando. Por ejemplo, esas compañías de la legua están formadas por un número considerable de cómicos, de forma que aquellas formaciones mínimas de que nos hablan Cervantes, Rojas, Villandrando y otros autores -el bululú, el ñaque, la gangarilla, el cambaleo, la garnacha, la bojiganga y la farándula- han desaparecido. La subsistencia del actor en un grupo reducido era difícil si consideramos la competencia de compañías standar que podían ofrecer una división más en regla.
Por otra parte, están los grandes actores, famosos y reconocidos por todo el mundo, como Isidoro Máiquezprimer actor del teatro del Príncipe de Madrid, María Ladvenant, calificada de “Incomparable y grande” por Moratín, Rita Luna...etc.  Isidoro Máiquez, reconocido por sus contemporáneos como el más grande actor que España haya tenido, fue uno de los pioneros en la defendesa de la creación de una Escuela Nacional de Declamación, con el fín de revitalizar el decadente y embrutecido panorama de los actores españoles. La interpretación de los actores fue sometida a una crítica constante, de ahí que Pablo de Olavide creara la primera escuela de arte dramático en Sevilla, de la que saldrían figuras tan importantes como María del Rosario Fernández, “la Tirana”.


Enfrentado a los convencionalismos y amaneramientos que dominaban la interpretación a fines del siglo XVIII, Máiquez extendió el naturalismo propio de los entremeses de Lope de Rueda a la comedia, al drama, y a la tragedia, con lo que pasó de ser un perfecto desconocido a primer actor del Teatro del príncipe. Admirador de Shakespeare y del gran actor francés de la Revolución François-Joseph Talma, el gobierno español le concedió una pensión de cuatrocientos reales mensuales por mediación del ministro Manuel Godoy para que fuera a conocerlo y a estudiar su técnica en persona a París. Introdujo algunas reformas importantes en la vida teatral madrileña, como suprimir los vendedores ambulantes en los teatros y al gracioso que anunciaba a telón corrido las funciones de días sucesivos, dar representaciones de noche y anunciar las comedias en carteles impresos.









                  María Ladvenant           Rita Luna                     "La Tirana"